viernes, 25 de mayo de 2012

Flash erection

Se consideraba ya, un viejo zorro, pero cambió de opinión al recordar aquella bufanda de zorro de su madre. Pobre zorro, ahora seguro que estaría hecho unos "más de lo mismo". Pobre madre. Lo dejó en experimentado -no recordaba ninguna bufanda de ningún animal experimentado que su madre llevase, aunque bien pensado, experimentado, no es una especie en peligro de extinción, es el paso previo a la propia extinción-

Toda esa experiencia le había enseñado a que montarse en el vagón de cola le daba más posibilidades de.... sentarse. Y así lo hizo aquella mañana. Puso su cartera -maletín- en su regazo y empezó el trayecto. Ese día no había recogido el diario gratuito que tan amablemente le ofrecía el repartidor, ya que lo gratuito tiene el problema, que noticias, pocas y artículos, algún “la” y sobre todo muchos “el”. Lo recogía -sometimes- por el sudoku pero últimamente el "nivel difícil" lo podía hacer un  “analnúnero”.

Total, que entrecerró los ojos y recordó sus viajes de adolescencia en tren, cuando trabajaba en verano y se tenía que desplazar a la ciudad desde donde veraneaba con su familia. Recordó que el traqueteo del tren le hacía... le hacía... le hacía eso. Sí, se le ponía dura. Y notó, no en el pasado, sino en el presente, una leve presión sobre la cartera de mano, que de leve paso a moderada, y de esta, a severa. El problema no era que el maletín se moviese, era que iba mal cargado, y aquello empezaba a ser embarazoso y doloroso. Por decoro no podía situarse bien la cosa, sus vecinos de viaje, no paraban de mirarle, no porque se diesen cuenta de la cosa sino que debían percibir su azoro. Y aquello seguía duro y mal colocado –lo peor. Intentó unos disimulados movimientos dignos de un escapista –se trataba de liberar aquello-, pero nada. Y  se puso a pensar en cómo antaño reconducía la situación, pero menos. Descartó la ducha fría, ya  que los trenes de cercanías por muy modernos que fuesen no tenían ducha. Descarto aliviarse, pero no quiso entrar si era por pudor o por hacer el ridículo. Descarto así mismo imaginarse una metida de mano al vecino de las tres –cual fuga hacia delante-, no porque no tuviese nada aprovechable, sino que al ser diestro prefería los vecinos de las nueve, pero en este caso, a las nueve tenía el pasillo. Pensó en sangrarse, para cambiar el flujo sanguíneo, pero también lo descartó, el vecino de la una guardaba un cierto parecido al conde Drácula y tampoco era plan de provocarle. Y siguió pensando hasta el punto de no saber en que estaba pensando y por mucho más que pensó no pudo retomar el hilo de sus pensamientos.  

Al abandonar su asiento observó el descomunal paquete del vecino de las tres y en el corto trayecto hasta la puerta pensó en si el conde Drácula era diestro o siniestro o si solo era chupón.

jueves, 10 de mayo de 2012

Diván XV

- Pensaba que había mejorado....
- A ver, listillo espabilado de los cojones....
- O tal vez ha empeorado....
- Usted no tiene ni puta idea de porque he venido.
- Hombre yo creo que ...
- Usted no cree una mierda, es más, sería un falta de respeto hacia las putas adjetivarlas a la mierda.
- Tran....
- Ni que tran ni que hostias. Usted me saca de quicio, con lo tranquilo que yo estoy en el.
- Pero siempre vuelve....
- ¿Al quicio?
- No, aquí.
- Volver, volver, voooolver, y.
- A tus brazos otra...
- Joder, ahora me pisa el remix.
- Pensaba que era un radio edit.
- Pensaba, pensaba. Le pago para que me escuche....
- Escuchar, escuchar, escuuuuchar, y.
- Eso es un puto plagio.
- Era un intento de aproximación...
- Que quede claro que aquí el que habla y el graciosillo soy yo.
- Pues hable.
- ¿Qué no lo estoy haciendo?
- Sí pero nos hemos enzarzado en una lamentable dis.....
- ¿Como lo sabe?
- Salta a la vista.
- Que puñetas/hostias/cojones va a saltar a la vista. Voy de mod!
- De.... ¿mode?
- Veo emos.

jueves, 3 de mayo de 2012

Deja, deja, buf!!!

Cuando llegó al andén miró al gran reloj y en ese mismo instante la aguja de los minutos pasó del 46 al 47 haciendo un pequeño rebote. Él, instintivamente, hizo el mismo movimiento de rebote con la cabeza, algo casi imperceptible.

Un hombre sentado en un banco descruzó las piernas y al dejar descansar la cruzada en el suelo, hizo un leve movimiento de rebote, casi imperceptible. Él, instintivamente, hizo el movimiento de rebote con la cabeza.

A su lado, al del hombre descruzado,  había una joven buscando algo en su cartera-monedero,  semi-extrajo una tarjeta y la volvió a colocar con el dedo índice y para asegurarse de dejarla bien colocada le dio un leve golpecito, seguido de un casi inapreciable rebote.  Él, el instintivo, instintivamente (v.l.r.) hizo el mismo movimiento de rebote con la cabeza y no le pasó desapercibido el rebote del hombre cruzado. Pasaba esto justo en el instante de pasar del 47 al 48 con el consiguiente rebote. La de la cartera-monedero volvió a rebotar con su índice y su tarjeta, el descruzado, más de lo mismo, y el instintivo no fue menos y rebotó, esbozando a continuación una leve sonrisa seguida de otra mucho más leve, a modo de rebote, acompañado de un nuevo rebote del descruzado y de lo propio de la tarjetera. Eso ya era efecto dominó con eco.

Y paso lo irremediable cuando la reboteadora aguja minutera tenía que pasar del 48 al 49. La aguja no se movió, rebotó levente y se quedó en el 48.  El descruzado le pegó una patada a la cartera-monedero de la joven, esta, fue volando cerca del instintivo, que en un acto muy suyo intentó cogerla al vuelo con tan mala fortuna de caer al suelo del andén junto al desdichado monedero-cartera (¿o era cartera-monedero?).  El descruzado se levantó raudo pero no veloz y se acercó al instintivo yacedor, reclinándose para coger la cartera. En ese momento se oyó un golpe seco, algo húmedo, como un “scroshf”,  producto del impacto de la cabeza del descruzado con el tren que en ese mismo instante llegaba a aquel punto del andén. El monedero-cartera salió despedido hacia el regazo de la joven seguido de una masa sanguinolenta, que tuvo igual destino. Ella, lejos de sorprenderse, recogió su objeto, y pasó el dedo corazón sobre la masa amorfa (¿o era amorfa masa?), se lo llevó a los labios y con un movimiento rápido de lengua lo probó, relamiéndose  los labios a continuación, en un acto de rebote inverso, justo en el momento que las agujas del reloj pasaban del 48 al 47. Había un hombre sentado a  su lado. Este cruzo las piernas, la parte inferior de la pernera, al retroceder, dejó a la vista un curioso tatuaje, en el que ella reposó su mirada. Desvió la vista hacia el andén justo cuando un hombre estaba a punto de pasar por debajo del reloj de la estación. El hombre hizo unos leves movimientos con la cabeza. Miró el reloj, marcaba 46 pero habría jurado haber visto segundos antes que eran 47.


Fe de erratas: RAE: minutero.
1. m. Manecilla que señala los minutos en el reloj.