domingo, 27 de junio de 2010

Gràcia

Gracia, no me hacía. Buscar un adjetivo a la cita sería menospreciarla. Quedamos en la confluencia de Travessera de Gràcia con Gran de Gràcia del barrio de Gràcia (¿alguien tenía dudas del nombre?). Fuimos paseando por una de sus calles peatonales hasta la Plaça de la Vila. En 1987, esta villa independiente fue anexionada por la creciente voracidad de Barcelona y su ensanche (podría decirse en este caso enganche), ya que lo que media entre Ciutat Vella i Gràcia es una gran parte del Ensanche –aquello cuadriculado de Cerdà-. Conseguimos una mesa en una de las terrazas de la plaza. Nos sentamos a saborear lo que fuese (que más daba) sentados de frente pero de lado.

La noche se cerró y por esas calles estrechas él me guió hacia el restaurante. Vergüenza tendría que haber sentido al dejarme guiar por el visitante. Tuve un momento de duda. ¿Sería él o tal vez Google Maps se había adueñado de su físico y un googuelito me estaba invadiendo mi privacidad? Sentados en el restaurante, leve roce de rodillas. Allí respiré tranquilo, un googuelito me hubiera dicho “Quizás querrías haberme tocado otra cosa” y me presentaría una lista de opciones, pero su disculpa me tranquilizó. Era él.

Cenamos, hablamos de todo, incluso del latín –el nombre del restaurante es una palabra en latín-, tonteamos (ahora recuerdo que era yo el que tonteé) con el camarero alemán –raza teutona- e hicimos desaparecer una botella de vino del Montsant que –segundo ridículo de la noche- contenía una variedad de uva que no sabía cual era (*). Y como no podía ser de otra manera, en nuestro particular “de Gràcia en Gràcia y tiro por que me toca”(**), nos fuimos a tomar una caipiriña en un local justo en los límites del barrio, pasando por un par de joyas modernistas, de aquellas que las enseñas y quedas bien (no hablé en exceso por no meter la pata, no fuese que el vino hubiese transformado a mi partnaire en un wiki (¿más?)).

A partir de ahí, lo que pasase o pasare, importa poco. Hay un “vacio” de unas tres horas que como no pasaron en Gràcia (a pesar que pasamos por el Passeig de Gràcia), pues no son motivo del post. Con las primeras luces del día, nos fundíamos en un abrazo y nos despedíamos, y… maldita la gracia, esto pasaba en la calle “Gran de Gràcia”. Y ahora, con la prespectiva que da el tiempo –una semana- pienso en el toque de gracia que él, a todo le da, que me ha dejado en estado de gracia, y que tan aficionados somos a importar cosas yankees, celebraré mi particular “dia de acción de gracias” ese día de junio. Gracias.


(*) Creo recordar que la variedad de uva era “samsó” también conocida como “cariñena” aquí llamada “carinyena” pero al coincidir con la D.O. del mismo nombre se utiliza esta derivación del francés “cinsaut”.
(**) ¿Alguien adivina el nombre del juego imaginario?


martes, 22 de junio de 2010

El concierto y el descuido

Este pasado fin de semana, lo menos notorio que hice fue comentar con una pianista el posteado concierto. A parte de los comentarios técnicos y de bromear sobre la pasadora de páginas me preguntó si había visto en el intermedio al afinador. No, no lo vi y a mí que no me gusta perderme nada, va y me lo pierdo. Pues durante el descanso, salió raudo y veloz como el rayo, y provisto de su herramienta, tocó tres notas, le dio a la herramienta, otras tres notas y desapareció. Y para hacer más leña del árbol caído –tal vez el nadia- me espetó un “Ah, ¿pero no vistes el nombre del afinador en el programa?" Mi cara, fue de aún más espía.

Cometí el error de ni fijarme, por las ansias de salir a estirar las piernas, ni de verlo en el programa, pero como rectificar es de sabios, ahí queda, que el Sr. Jiro Tajika acompaña a la Sra. Pires para afinarle el instrumento, en este caso un piano de cola YAMAHA CFIIIS. Donde no cometí el error fue por no preguntar si el tal Jiro también se afinaba el instrumento con la pianista, ya que previamente me dijeron que Pavel, el del “chelo”, se lo afinaba. Un ménage à trois muy musical.

jueves, 17 de junio de 2010

El concierto y sus cosas.

El otro día, bueno, hace muchos fui a un concierto y clásico. Esto de música puede ser discutible ya que el A-ba-ni-bi que fue la canción de Israel de la Eurovosión de 1978 a muchos les puede parecer un clásico, pero catalogarlo dentro del concepto música clásica creo que es pasarse. Dicen que la música clásica es lo opuesto a la música popular y también que es la música culta. Todo ello, más que discutible, a más de uno le puede parecer hasta un insulto.

Los intérpretes fueron Maria João Pires, al piano y Pavel Gomziakov al violonchelo. Dicen que la portuguesa es una de las primeras figuras mundiales en eso de tocar teclas. La señora ya tiene una edad -65- y para hacer más livianos sus recitales se hace acompañar de otros instrumentos (e instrumentistas) y así poder descansar. Tocaron Chopin (Fryederyk para los amigos), que si un estudio, que si una sonata o que si unas mazurcas y una pequeña pieza de Liszt, muy romántico, todo ello, excepto la de Franz (Liszt). Los que entienden dicen que estuvo muy bien, pero que les supo a poco. A mí me supo bien, será que entiendo poco.

La primera parte, la virtuosa, la tocó todo de memoria, y la segunda con partituras y pasadora de páginas. Pues bien, en una de las pasadas de página, va y se equivoca, y la pianista, con un arte y una velocidad increíbles, rectificó. A partir de ese momento ya estuve más pendiente de la “pobre” pasadora que del concierto. Es que soy sufridor. Por suerte no se volvió a equivocar.

El concierto se hizo en el Auditori, que visto lo visto ahora no sé si es de aquellas inversiones públicas que no nos “corresponden”, aunque sea de finales del siglo pasado -1999-. El público, como siempre, tose. Siempre hay cinco o diez personas que a la que hay una pausa tosen. ¿Será el tabaco? Sé que esto a la mayoría de los artistas no les gusta nada, pero creo que la Pires no es de esos, ya que cuando tocó un par de solos el Pavel, ella tosió (mira que no esperarse a una pausa….). Leyendo el programa me enteré de que en esto de la música clásica son pocos y encima todos familiares. La pieza que tocaron de Liszt se llama “La lúgubre góndola” y la escribió para transcribir el sentimiento de dolor y tristeza por la muerte de su yerno, que no era otro que Richard Wagner (Apocalypse Now, entre otras –jajajajaja-). El título intenta recordar el séquito fúnebre de los restos del compositor por los canales de Venecia.

Por si no teníamos suficiente con el Liszt y su yerno, resulta que el Pavel Gomziakov, el violonchelista, ruso él, no podía haber nacido en ningún otro sitio que no fuese Txaikovski, que resulta que es una ciudad, y no podía estudiar en ningún otro lugar que no fuera el Conservatorio Txaikovski de Moscú (también lo hizo en la escuela Reina Sofía de Madrid). Dios los cría y ellos se juntan o… ¿es al revés?.

PD: ¿Porqué la gente no se llamará de igual forma en todos los idiomas?
Piotr Ilitx Txaikovski (CAT)
Piotr Ilitch Tchaikovsky (POR)
Piotr Ilich Chaikovski (ESP)
Pyotr Ilyich Tchaikovsky (ENG)
Piotr Ilitch Tchaïkovski (FRA)
Pjotr Iljitsch Tschaikowski (DEU)
(El ruso, lo obvio)

NA: Este post está dedicado para aquel que dice que soy un intelectual, para uno que se tuvo que ir a Bulgaria a ¿buscar? a Pavel, para el que se viene a Barcelona en busca de música “avanzada”, para Diógenes, que aunque sea un perro, seguro que le gusta la música romántica, para el que se preocupa por lo nacional; siempre podemos invadir Portugal, Rusia nos queda lejos, y por los menos asiduos que no menos amados lectores. Stanley, un tango es un tango.

jueves, 10 de junio de 2010

Encuentro XIV : Suidos

Me ha aparecido de repente, bruscamente, a no más de tres metros. Del sobresalto me he detenido unos segundos, pero he conseguido reaccionar y he continuado. Me ha mirado. Le he aguantado la mirada, una mirada de esas “pa chulos yo y pa hos…” y cuando estábamos a un metro de distancia, ha acelerado su paso, me ha sobrepasado y se ha alejado. “Aguanta, Chevy” he pensado, pero no he podido más de diez segundos y me he dado la vuelta para contemplarlo. Ha durado poco poder contemplar su garbeo trasero porque un ciclista ha estado a punto de atropellarme. Cuando me he vuelto a volver (¿revuelto?) ya no estaba. He continuado mi paseo terapéutico. Cuatro kilómetros más adelante he visto de lejos a su primo. A este le he visto venir, era uno de sus primos jóvenes. Este andaba más nervioso, pero al aproximarse ha cambiado el paso para enlentecerlo. Me ha mirado. Yo, acostumbrado ya a estas miradas se la he aguantado, esta vez era de “vigila que no estoy para hos..” y justo cuando estábamos a punto de cruzarnos ha hecho un leve giro en mi dirección. Me he sobresaltado (cosa prohibida para mis maltrechas cervicales) pero ha resultado ser un pequeño amago y él ha continuado su camino y yo el mío, pero esta vez, siguiéndolo hasta verle desaparecer. Hablé de ellos en otro “Encuentro”. Cada día hay más jabalíes que al anochecer, bajan de la Serra de Collserola a zonas urbanizadas a buscar comida. Ya eran casi las diez de la noche cuando volvía a casa, en busca de comida.


martes, 8 de junio de 2010

Comaneci, Nadia

Nadie, ni a izquierda ni a derecha. Nadie, ni arriba ni abajo. Inseguro o incrédulo, esta vez miró a su extrema izquierda y a su extrema derecha. Nada, y es más, nadie. Se centró con el mismo resultado. Asustado giró 180 grados, difícil concretar en qué sentido y, parecido resultado. Ni nadie ni nada. La media vuelta solo había frutado un cambio de orden en los factores. Inquieto por el estrés de la nada y el agobio de la compañía de nadie, cerró los ojos y respiró profundamente. Y pensó en la nada y en nadie. Ambos temas no dieron mucho de si. Tomó una decisión. Mirar más allá había sido una osadía. A sus noventa y tres años aún seguía ingresando una sustanciosa cantidad de dinero en un plan de pensiones… ¿para el más allá? Algo se le erizó al pensar que esa sustaciosa, la cantidad, no era para nada ni para nadie. Se había ido por las ramas, de un árbol inexistente.

Decidió bautizarlo, bueno, darle un nombre, y al árbol (por las ramas del cual se había ido) le puso nadia, de la familia de los ninguneados y el fruto… pues fácil, la nada. De su polinización pensaría más tarde. A su edad, de vuelta de todo, la polinización le excitaba en sobremanera. Abrió los ojos para ver si la sobremanera esa daba signos de vida, pero nada y lo peor, nadie. Ni rastro. “Será la edad”, pensó, “tarde o temprano me tenía que pasar”. Miró más abajo y nada ni nadie. No tenía ni pies (la cabeza no se la podía mirar) ni piernas, tampoco. “Será la vista, seguro, algún día tenía que fallar y mejor tarde que temprano”, volvió a pensar. Arbitrariamente escogió una de sus manos para palparse los muslos. Nada, nadie, y ni y ni. “Será que se me ha quedado dormida, la mano”, tarde y temprano le pasaba. Ya desesperado hizo un recorrido por todo su cuerpo. Nada, pero se reveló contra todo (un absurdo en la nada) y suprimió el nadie por alguien. Él, alguien era, intangible, sí, pero alguien.

En la asombra (a la nada le cortaron la luz porque nadie pagaba) de su nadia vio acaer un nada al asuelo. Se sintió Newton pero falto de fuerzas no quiso plantearse la teoría de la agravedad y dijo en tono solemne: “De este árbol (nadia) prohíbo que nadie coma su fruto, nada”. Y se sintió como diós. Ni nada ni nadie, diós. Y… expiró.

Falto de monedas, al barquero le entregó su plan de pensiones. De un tiempo a esta parte del barquero, ni se sabe de él ni se le espera.


Nota: Que nadie haga click en el espacio de la imagén porque no hay nada.

miércoles, 2 de junio de 2010

Man & Co

A mi amigo y colega, Miguel, con el que al pasar de los años (¿siglos?) aún nadie se ha puesto de acuerdo quien de los dos es el mayor genio de la literatura universal (si él o yo), en una de sus alocadas peripecias, tal vez una batalla, le dieron el apodo del “manco de Lepanto”. Los siglos pasan, pero las leyendas urbanas perduran. No se sabe (eso me lo invento yo, que los inviernos, aquí en Stratford-upon-Avon se nos hacen largos), si Miguel estuvo en la famosa batallita, lo cierto es que manco, lo que se dice manco, no se quedó, tal vez algo anquilosada, su mano izquierda.

A mi amigo y colega, de cuyo nombre no quiero acordarme (otra invención de Stratford-upon-Avon), y del que nadie discute quien es el mayor genio de la literatura universal (aviso a navegantes: Galicia no esté en el universo), porque no hay color (y es él), en una de sus intrépidas peripecias, tal vez un acto de valentía, le dieron el apodo del “manco de Málaga”. Los siglos pasan, pero las leyendas urbanas perduran. Hasta ahora, se creía que las SS habían llegado en busca del Santo Grial hasta el monasterio de Montserrat. Ahora, en los albores (las ganas que tenía de utilizar la palabra) del siglo XXI la SS se ha cebado con “cuyo nombre no quiero acordarme”, y por suerte no ha habido amputación, pero se de buena tinta, que momentáneamente se lo han dejado rígido. Coin(insert)cidencias de la vida, la mano temporalmente anquilosada, es la izquierda.

A mi amigo y querido colega: Déjate de hostias y aunque sea con la mano sana (sana, sanita, culito de rana, si no sanas hoy..) escribe que esto sin ti no es esto ni es “na”.